lunes, 24 de septiembre de 2012

"My eternal Beloved"

Podáis entenderme, o no, ese amor fue creado para nosotros. Se escondía tras el vaho de los cristales, bajo los puentes agrietados en caminos de piedras, en casetas abandonadas en medio de un bosque lejano. Caminase a donde caminase, me perseguía, por más que intentaba huir de ello. Algunos me llamaban estúpida, otros me llamaban valiente, por escapar de un destino al que llamábamos "ni contigo, ni sin ti". Y era, aunque no podáis imaginarlo, exactamente eso; "ni con él, ni sin él" con él porque me mataban los celos, del aire, de las miradas ajenas, de los kilómetros, de sus noches en vela después de haberme ido yo a dormir... y sin él porque moría, moría de soledad, de tristeza, de necesidad de sus caricias, de ansias de tenerle, hambre de sus besos...
Era, exactamente un "ni contigo, ni sin ti" al que no encontrábamos remedio, un "ni contigo, ni sin ti" del que me cansé demasiado pronto, o demasiado tarde, ya no lo se.
Busqué su aroma en otro cuerpo, imaginé que eran suyas las caricias que venían de otras manos, puse fecha a un día en el que, pensando que él estaba entre mis labios, había otro que jamás debería haberlos deseado. Cerraba los ojos, atrapada entre dos piernas que no conocían tan bien mi silueta, como aquellas que mis muslos apretaban en la lejanía, sin poder si quiera rozarlos. Enredaba sus dedos en mi pelo, y yo, por un rato, dejé volar mi aliento creador, mi yo imaginativo, y lo traje de vuelta conmigo, en un cuerpo que no se asemejaba para nada a la perfección de este por el que escribo. Me enzarcé en una batalla campal de lengua contra lengua, de labios presionando otros labios, flujos salivales bailando en nuestras bocas. Su mano se apresuró a bajar por mi cintura, metiéndose entre mis piernas, y qué dulce gloria en el éxtasis de mi memoria, mientras pensaba que no era él, sino la razón de mi existencia, quien tocaba con arte una parte de mi cuerpo que era solo suya, y de más nadie. 
Mas después de las equivocaciones se pagan las consecuencias, y yo tuve que abrir los ojos. Maldita la hora en la que vieron la luz mis párpados, maldito el momento en el que quise llorar por hallar mi cuerpo atrapado en un placer que no tenía razón de ser, por no ser él quien me lo otorgaba. 
Olvidando el capítulo, salté de aquella fría cama, que por fría que fuera, era la mía, y corrí en su búsqueda, mirando a lado y lado de mi habitación, pensando que quizá lo había visto. En un segundo se me paró el corazón, le sentí cerca, oí su respiración. Un hecho fantasmal, un aire de otro color, un olor, una brisa... Una lágrima que caía al suelo desde ninguna parte. Y una daga en ese instante, atravesando mi contrito corazón frente a alguien que, en mi cama, me miraba con orgullo de varón. 
Distancia, me pedía el cuerpo, acercamiento mi razón, y durante cinco días y cuatro noches, las que siguieron a aquella, en un vaivén de sensaciones no supe lo que era mejor. Pero llego el momento, el que tanto ansiaba por una parte, y por otra me colmaba de amargura. Había encontrado sus caricias, pero en mi más plena locura, y atándome de nuevo a la cordura le miré, aquella última noche de nuestro último beso en los labios, y susurré "quizá estaríamos mejor siendo amigos". Y aquello puso fin a mi aberración, aquello tatuó en mi pecho el nombre de mi único amor, mientras, caminando de vuelta a mi oscura habitación, pensaba en su piel y susurraba "my eternal beloved".