Miras a tu alrededor en un acto reflejo, buscando alguien que te mire, alguien que parezca sentirse tan desconcertado como tú. La gente ya no sonríe, todos parecen asqueados de la vida, todos parecen correr de un lado a otro, cruzando las calles por cualquier hueco entre dos coches parados, pitando al que no ha visto que el semáforo ya está en verde. Transeúntes que pasean, pero todos van con prisa.
Observas el escenario de esta cruda monotonía que se ha adueñado de todas las sonrisas, de las largas caminatas que dabas, a solas o acompañada, tarareando una canción.
Recuerdas cuanto te gustaba ir con calma, no tener que mirar el reloj constantemente, simplemente... dejarte llevar. Cuando no había preocupaciones, todo era tranquilo, y tenías tiempo para imaginar. No eras pequeña, ni mucho menos, no ha pasado tanto tiempo, casi no ha llovido desde aquellos días. Sin embargo, o tu avanzas demasiado deprisa, acomodándote a la rapidez de las vidas ajenas, o algo ha cambiado en ti y te está impidiendo volar. Párate. Piensa. Recapacita. Si te gusta todo esto ¿por qué no lo disfrutas? Diviértete con las gotas de lluvia que caen sobre tu cara, que se precipitan a tus pestañas y no te dejan ver. Deja que el viento juegue con tu pelo, cierra los ojos, imagina un mundo solo tuyo...
¿te sientes mejor? Respira hondo, todo irá bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario