Pintaste el rojo de mis labios
con el fuego de tu mirada
no dejabas de miraros
y yo estaba encantada.
Dormías en mi pecho apoyado,
acariciaba yo tu espalda
mirándote sin poder evitarlo,
y mi corazón se aceleraba.
Las horas de la noche escapaban
mas no quería irme de tu lado
tu cuerpo sobre el mío descansaba
el tiempo al fin se había parado.
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