domingo, 22 de diciembre de 2013

Bombón de chocolate.



Al despertar confusa, ligeramente desorientada en un lugar que, pese a conocerlo, no era su casa, sobre aquel sofá ajeno y el calor de una manta de otro dueño, bostezó. Desvió ligeramente la mirada, como temerosa de no encontrarse únicamente con el silencio sino haber de cruzar también una sonrisa atascada, mas se encontró con sus ojos cerrados, su boca sellada, se vio allí apalancada, escuchando su lenta respiración, tranquila, pausada. Quiso sentarse en el suelo frío frente a él para observarle unos minutos antes de marchar, mientras dormía. Mas el eco de unas palabras lejanas que dictaban "si le mirases mientras duerme, habrías sucumbido al amor" la hizo retroceder. Sonrió sin poder evitarlo, alargando los dedos hacia su pelo, para enredarlos en las rastas que colgaban, finas cual diámetro de un macarrón, de su cabeza. Descansaba como un niño, tan tranquilo que no lo quiso despertar. Sólo el temor a decidirse por buscar un hueco tras su largo cuerpo huesudo, para abrazarse a su piel chocolate unos minutos más, la despertó del ensueño. Sabía lo molesto que le resultaba despertar y ya no encontrarla ahí sin haber oído de sus labios una previa despedida, por lo que se agachó al tiempo que, sentada en el sofá, se calzaba para marcharse, y susurró despacio, en un murmullo tan poco tangible como las pisadas de una hormiga "Buenos días, bombón de chocolate". Él no despertó, seguía inmerso en su mundo onírico, aquel al que ella misma quería acceder, sin saber si quiera por qué, quizá para velar por la seguridad de sus fantasías. Terminó de vestirse y se fue, cerrando la puerta cuidadosamente tras su paso, con las ganas en las manos de retroceder y olvidar el trabajo, el sol que amanecía, los muchos quehaceres que tenía. Al fin y al cabo, ¿qué eran unas horas más, solo unas horas de nada, de toda una vida? No obstante pensó con racionalidad y siguió su camino adelante, hacia aquello a lo que no quería avanzar si suponía perder aquella compañía. No sabía qué tenía que le hiciera tan especial, hasta el punto de llegar a sentarse durante horas frente al cristal y que cualquier canción le recordase a él, imaginarlo en la más liviana penumbra esperando poder tocar su cuerpo una vez más, como si aquello fuera su drogadicción. Nadie lo había dicho todavía pero ella sentía, muy a su pesar, que cuanto más se acercara a sus labios, a su piel, cuanto más inmersa se encontrase en su profunda mirada, en aquellos ojos avellana… más lejano estaría de ella, por mucho que sus cuerpos jamás dejaran de tocarse. Era un riesgo que debía y quería correr para conocer el final de la historia, era un juego que había aceptado desde el principio, y al que incluso había aprendido a jugar. El sol la despertó de pronto al abandonar aquel portal, de camino hacia el añoro que la invadiría de nuevo al recordar la última noche en los brazos de aquel hombre que por alguna incognoscible razón despertaba todos sus sentidos, en cualquier situación. La única pista con la que contaba para averiguar qué se cocía en su propio interior era aquel “se te iluminan los ojos cuando le ves” que de vez en cuando dejaba caer algún amigo conocedor de la historia que escribía a solas en una hoja de papel, como una triste sonata de piano.





“Mas seguramente no estemos hechos el uno para el otro y quizá, quién sabe, el día de mañana nos encontremos de nuevo y esta absurda pasión vuelva a destrozar todo lo que construimos en nuestra búsqueda de la felicidad. Pero entonces, si no estamos hechos el uno para el otro ¿por qué volvemos siempre a nosotros? ¿Por qué sucumbimos a la caricia suave de la noche, al diáfano romance que compone nuestra banda sonora vital cada día? Dime, ¿qué futuro nos depara? si es que tal cosa hay para ambos dos, concibiéndonos en un todo. ¿Perdemos, acaso, el tiempo? Si ni tu un Romeo ni yo una Julieta, si nos sobra amor pero nos falta valentía, si nadie cree en nosotros, y a ti las ganas de volver a creer en el amor te han abandonado… ¿Qué pretenden nuestros cuerpos, qué reclaman nuestros corazones, cuando nos unimos al eterno manto celeste en la oscuridad, para colgar de él astros que velen nuestra felicidad?”


Mis pensamientos más oscuros han venido esta noche para decirte que no escaparás fácilmente, pues voy a perseguirte hasta que no puedas más, hasta que pienses tanto en mí, tan permanentemente, que no logres sacarme de tu mente. Voy a ser tu espía, tu guía a la vez, voy a ser la pesadilla que luego querrás tener. No voy a llevarte a las estrellas, pero te atraparé entre mis piernas y aunque no quieras serás una presa fácil de retener. Seré tu mejor depredador, tu enemiga y tu escudo a su vez; voy a torturarte y a protegerte, a enseñarte que no puedes irte y no volver. Niégalo si quieres, di que seré fácil de olvidar; pero recuerda lo que te digo: un día me vendrás tú a buscar. Soy aquello que deseas con tantas ganas, mi saliva, mi voz, mis ganas de follar y no parar, ni siquiera cuando te diga que voy a explotar. En cada cigarro que se consume entre tus labios están marcadas las yemas de mis dedos, en cada latido de tu ardiente corazón mi deseo. Los dos lo queremos, tú eres aire y yo soy fuego; eternos los dos, sin principios ni ganas de un final, las dos caras de una moneda en la que salga lo que salga, ambos vamos a ganar. ¿tienes ganas? ven aquí, te haré cosas que no vas a olvidar. 


Cinco meses más tarde regresas con más fuerza y palabras que parece que me afectan y hoy...
Hoy parece que no queda esperanza para mí, que estoy vacía, que la vida no me alcanza para vivir. Hoy siento que todas las nubes negras de este mundo se han parado frente a mi y me han escupido lluvia en la cara, dejándome empapada. Es cierto que fueron muchos momentos, buenos y malos, pero también lo es que ninguno sirvió para nada porque no aprendiste la lección. Ama a quien te ama, o te arrepentirás después cuando se vaya. Había pasado tanto tiempo desde la última de nuestras noches eternas, seguidas de aquellas mañanas cansadas, de las sonrisas drogadas que después de ti no dejaban paso a nada. Había olvidado por completo lo destructivo que eres, siempre pisando fuerte a quien te quiere. Aunque esta vez no fue peor, sí fue distinto. Casi prefería que me hundieras en la miseria cuando después de el sexo me decías que no me querías, que solo era especial, pero que había muchas más. Aquello me dolía, pero era soportable. Ahora sin embargo no vuelves a repetirlo y no se qué siento. No quiero verte, y se que la única manera de no encontrarte es buscándote entre las calles mojadas. No apareces; al menos tengo esa batalla ganada. Se están rompiendo las ventanas y entra aire frío, aire del que por una vez no quiero que me cubras, frío que hoy no quiero que me apacigües. Se va tu dignidad entre las rendijas del conducto de ventilación, con todas aquellas chicas a las que les vendiste falso amor. Me quedo entre tus sábanas, descanso sobre tu cama, cerrando los ojos en tu almohada. Me olvido de que existes, de aquel momento en que peleamos por la sábana, dormido te enfadas y te das media vuelta, lejos de mi espalda. No queda nada de aquellas noches que me arrastré atontada por el sueño para recuperar tus ganas, tus abrazos al dormir, esas manos apretando fuerte las mías. No queda nada de todo aquello que no te merecías, y que supe recuperar con toda dignidad. Se que la única manera de aclarar este desajuste que has montado en mi cabeza implica verte de nuevo y escuchar a mi corazón y mi conciencia cuando nuestros ojos se crucen. Se que serán tus palabras las que me digan si queda algo de lo que un día sentí, o si realmente he llegado a odiarte sin motivo alguno. Sin embargo no quiero encontrarme contigo, no se si quiero aclararme o si prefiero seguir con esta incertidumbre de no saber a qué sentimiento se corresponde mi estado de ánimo. Voy a tener que verte, aunque no salga a tu encuentro. Lo mejor será mentalizarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario