martes, 30 de agosto de 2011

Supongo que está demasiado de más

Que te diga lo mucho que te quiero, lo tantísimo que eres para mí, o las ganas que tengo de abrazarte y estar contigo. ¿cantas con la luz apagada? No importa, no temo la oscuridad. Yo me tumbo a tu lado, en ese frío suelo que habitas, y te escucho, escucho tu melódica voz. Voy a contarte una pequeña historia, de esas que tanto te gustan. 
Samantha salió a dar un paseo, una calurosa tarde de un  mes de agosto que tocaba ya su fin. La música resonaba en su cabeza, la que salía de los auriculares y entraba en su alma. Canción tras canción cantaba para sus adentros y se emocionaba, canción tras canción con sus finos labios apretados, haciendo de vez en cuando un tímido amago de entonar las letras en voz alta, que inmediatamente iba a ser ahogado en un leve mordisco en la comisura de su boca. Aunque había tratado de trazar una línea diferente con sus pies al caminar, de nuevo el mismo lugar, el mismo barrio, pero no la misma gente. En la estación de tren de la ciudad, nunca había la misma gente. Unos venían, otros se iban... Otros se iban...¿a dónde iban los que se iban? Quizá hacían un largo viaje, quizá iban a encontrarse con sus seres queridos...
Giró la cara, instintivamente, para no leer el letrero inofensivo, que tanto daño le hacía al anunciar las llegadas y las partidas de los trenes. Al hacerlo, se le asomó por el rabillo del ojo la imagen enternecedora de dos amantes, que, en la puerta de ese nostálgico lugar, se besaban. Despacio, juntando sus labios en un vals, sin timidez, sin reprimir las ganas que ambos tenían de intercambiar una muestra de amor que, parecía, les llenaba al completo, y los unía en uno solo. Dos lágrimas solitarias cruzaron a la carrera sus mejillas, y ella no logró comprender por qué. Hasta que cayó en la cuenta de lo lejos que tenía a Paul, pero, sin embargo, las pocas horas que podía tardar en estar en sus brazos, si se subía a uno de esos trenes, y cruzaba el cielo hasta el paradero de su amante. 






domingo, 28 de agosto de 2011

Quiero tocarte


Podría pedir, puestos a demandar, muchas cosas en referente a ti. Podría pedirte una noche con estrellas, agarrados de la mano, tumbados sobre la hierba, y que me señalaras cada una de ellas y dijeras: "ninguna se parece a ti" 
Podría pedirte un atardecer desde un claro, donde poder abrazarnos y que nadie nos vea, donde el fulgor del sol poniente acariciase nuestros besos.
Podría pedirte mil escenas románticas, pero ninguna de ellas valdría la pena...Si no puedo tocarte. ¿De qué me vale que me cuentes las estrellas, de qué me sirve que me beses bajo un sol que se escapa de nuestras miradas, de qué, si no te puedo tocar...? 





Yo solo quiero tu mano sobre mi mano, y que no exista el mundo, vayamos donde vayamos.




No me importa si es o no amor infinito, para siempre. No me importa cuanto dure , o si nace y muere. Sólo quiero probarte...


Que llenes el vacío que crece en mi pecho día a día, que cures la herida, que salives mis cicatrices..
 
Todo lo que necesito es... Tu amor, solo un instante.

martes, 23 de agosto de 2011

No hay camino~


No existe un camino al andar, sino el camino que hacemos con nuestros pies. Yo ando sobre un sendero de piedra, con mis pies descalzos, tú andas de igual modo sobre un sendero de hierba fresca, recién cortada. Y aunque mis pies pisan donde más duele, y el camino que no existe, sino al andar, que he de trazar es aparentemente más duro; también será mayor la recompensa. Ven a caminar a mi lado, prometo no cogerte de la mano. Sólo finge ser feliz, mientras estos cuerpos inertes, fríos, se clavan en las plantas de tu andar. Tal como yo hago. Ven y camina a mi lado, prometo no agobiarte, prometo no hablarte. Seré como una brisa de verano, acompañando tus pisadas, sin estorbarte. 

domingo, 21 de agosto de 2011

#Facetas#


Son partes de mi imposibles de entender. De pronto te abro los brazos y te acuno en mi regazo, y de pronto prefiero estar sola y mal que bien acompañada. ¿Por qué? Y que se yo, si no me comprendo a mi misma. Y ahora que quiero coger tu cara entre mis manos y besarte hasta que salga de nuevo el sol, con los ojos cerrados, por si sale muy temprano y me aparta pronto de ti su luz,
 que la oscuridad tras mis párpados me sirva como excusa para mantenerme aferrada a ti. Y a veces rehuyo tu mirada, porque me ruborizo al encontrarme con su calor, y sin embargo, hay momentos en los que es para mí lo más agradable del mundo poder acunarme en ella
 Y cantarte, con mi mala voz, y mi pésimo don para la música, una canción al oído, que te quedes dormido, y poder acariciarte sin que me veas, porque suena más bonito cuando cierras los ojos. A veces despilfarro todo mi romanticismo para decirte cuatro frases cursis que describan mis sentimientos, y a veces con un gesto, siento que me basta. 
Son facetas, simples y completas, todas mías. Las mil maneras de decirte que te quiero, y las otras tantas de hacértelo saber sin soltar palabra. Mis malos humores, mis cambios de temperamento, todo eso que me construye. 
¿Y qué más da? Sigo siendo yo, quien te ama, esté del humor que esté, decida hablar o decida callar, quiera abrazarte o quiera ignorarte durante un rato. Y es que contigo, consigo ser yo misma, en cada momento, en cada lugar, en cada palabra y en cada gesto. Soy como una cámara de fotos, y tu eres el carrete.