Creí en el ayer como creí en mi misma cuando la voz no me falló para hablarte, cuando los labios no me temblaron al besarte. Creí en un nosotros, pensaba que estaríamos juntos mucho tiempo y que al haber cumplido, por ejemplo, nuestro primer aniversario, miraríamos atrás y observaríamos todas las batallas que habríamos librado, los miedos que habríamos superado, los celos que habríamos conseguido ignorar gracias a una confianza infinita que nos habría salvado del abismo. Pero todo fueron palabras adornadas, verdades maquilladas que no querías descubrir, y que sin embargo, una vez lejos, no tardaste en dar a conocer ya libre de cualquier temor. Ahora esta noche me cubre bajo el frío manto de estrellas, y el vaho de este invierno que no perdona me acompaña en mi lúgubre paseo. Es tan tangible el eco de tu voz como lo fueron las sábanas en su día arrugadas entre mis dedos, los cuales arañaban con sigilo el colchón, apretaban contra mis uñas el recuerdo de tus labios, de tu piel, de tus ojos... Camino sola y asustada, entre lágrimas rotas que no dicen nada, con paso firme pero lento, y rumbo a nada. Camino quizá a buscarte entre la gente, pero no hay gente más allá de mi mirada congelada. Camino a encontrarte de repente, como por casualidad, para que me expiques por que aún sabiendo que todo fue una farsa sigo amándote, y tu sigues tan presente en estas cartas que jamás te llegaré a mandar. Construí este, mi sendero, por el que camino ahora sin hablar, con esas, tus palabras, las que hirieron tras tu marcha...
Un sollozo arañando mi garganta lucha por hacerme gritar, pero mis ganas de guerra se marcharon con tu partida, las llevaste en tu maleta por si acaso no querías regresar a un lugar donde yo te esperaba como lo hacía siempre al saber que ibas a venir. Me gustaría, créeme, ver tu paso lento acercarse a mi portal con las manos enfundadas en una chaqueta que no hacía por abrigarte de la gelidez de la madrugada, y regalarte una vez más el calor de mi abrazo para que entraras en casa, para abrazarte en mi sofá y besarnos hasta desgastar la saliva y los labios, el tiempo y el sueño, para olvidarnos nuevamente de lo demás. Cuánto añoran ahora mis mejillas tus caricias, y cuánto desean ahora mis brazos verse rodeados por los tuyos, en esos achuchones que me dabas cuando sin preguntarlo sabías que eran tuyos. Pienso, aquí y ahora "abrázame fuerte, y no me sueltes nunca", pienso esto porque no quise a ninguno como a ti, aunque tú creyeras lo contrario. Ojalá pudiera hacértelo saber, pero quizá sería inútil. Este dolor que me consume apagaré en la tinta de este bolígrafo que hoy se cansa de escribir sobre una herida tan sincera como la que no llegué a conocer antes de tí.