Secretos a la luz de la tenue llama
prendida en el gas de un mechero
se consumen entre nuestros cuerpos
sin sentir cuánto te quiero.
Ni el tiempo ni las ganas de tenerte
presencia hicieron
ni el alma, ni el corazón, ni la piel,
temen si te perdieron.
Quedaron cicatrices como señas
de esta efímera e insana posesión
para recordarme que fuiste,
de pronto y sin avisar, obsesión.
Se va en el humo de tu cigarro
este cuerpo que grita en vano
y la inocencia que no tuve
hoy la regalo a tu piel bajo mi mano.
Por más tormento que me acuse
en esta noche gris y triste
jamás por ti lloraré, pues nunca te sentí,
y por eso nunca te fuiste.
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